Mucho ha llovido desde que Rafael “El Gallo” hiciese de sus célebres espantadas y de su concepción del toreo, que muchos calificaron como genial, dividirse a una afición que lo mismo que lo denostaba en sus tardes aciagas llegaba a idolatrarlo cuando “El Divino Calvo” destapaba el tarro de las esencias. En su personal tauromaquia hubo aportaciones en todos los tercios y a él se deben la serpentina, remate de capa similar a la revolera, pero más historiado y vistoso, que hemos visto practicar a Esplá, el par del trapecio, actualmente en desuso ante las carreras y los saltos que han puesto en boga los actuales atletas/banderilleros, y los cambios de manos por la espalda, que seguimos viendo, y lo que el crítico Gregorio Corrochano bautizó como el pase del Celeste Imperio, en lo referente a las faenas de muleta. Es imprescindible saber que en aquella época se conocía por el nombre de Celeste Imperio a lo que a partir de 1949 se vino a denominar República Popular China y que en esos tiempos cuando a alguien se le engañaba de forma flagrante se solía decir de él que se le había engañado como a un chino.
Si al famoso crítico se le ocurrió dicho nombre para aquel pase, que luego hemos conocido por ayudado por alto o estatuario, además de alguna otra denominación que más abajo veremos, fue porque su espectacularidad no estaba en consonancia con el riesgo que aparentemente corría el torero al ejecutarlo. De alguna manera porque engañaba al espectador no demasiado entendido que, sobrecogido, veía pasar al burel de cabeza a rabo por delante del diestro que, haciendo la estatua, no movía ni un centímetro las zapatillas atornilladas al albero. Pero la jujana estribaba en que el cite se hacía de perfil y a pies juntos, por lo que el matador no cargaba la suerte, limitándose a mover los brazos para que el animal se fuese alejando de su cuerpo a medida que iba pasando. Manolete, además de incorporar una suerte del toreo bufo, inventada por Rafael Dutrús “Llapisera”, que en la actualidad se conoce como manoletina, incluyó en su repertorio este lance al que otro crítico, Díaz Cañabate, rebautizó con el nombre de pase del Guardabarreras. E hizo bien en rebautizarlo porque, aunque a simple vista parecía el mismo, el torero cordobés, bastante menos ortodoxo y mucho más ventajista que Rafael Gómez Ortega, añadió una variante que consistía en elevar la muleta a medida que el toro se iba acercando, haciendo que el estaquillador y su cuerpo formasen un ángulo agudo, para, una vez que éste hubiese pasado, volverla a bajar. Con ello, además de conseguir el efecto de una barrera que sube y baja en un paso a nivel, lograba Manuel Rodríguez alargar hacía afuera, alejar aún más, la trayectoria del morlaco en un pase que ya, de por sí, no tenía excesivo peligro y en el que, al ser por alto, ni se sometía, ni se dominaba, ni se mandaba sobre el burel.
Bueno, pues resulta que media docena de estos pases calificados, eso sí, por la mayoría de los indocumentados que tenemos que padecer en la (des)información taurina como espeluznantes, mayestáticos, insignes o grandiosos, y cinco gaoneras -suerte de capa considerada accesoria, en la que lejos de obligar al toro, simplemente, se le marca una trayectoria y se le da salida- que recibieron parecidos y desmesurados epítetos, fueron lo que lo echadores de incienso consideraron como el punto álgido, el climax, la explosión de arte, la máxima expresión de torería, en la labor realizada por El Mesías ante unos impresentables animalillos de Jandilla en la plaza de toros de Castellón. Sí, el pase del Celeste Imperio que instrumentaba El Gallo sin aliviarse a unos toros íntegros, con trapío y no exentos de fiereza y casta, elevado ahora a suerte fundamental por los paniaguados, vendidos e ignorantes cuando lo ejecuta el Marciano de Galapagar, tomándose ventajas y frente a unos carretones imbéciles, genéticamente subnormales, y manipulados en su integredidad tanto en el aspecto físco, como en el psíquico, tras la humillación de su paso por el mueco. Ese ha sido el gran bagaje que ha dejado el debut esta temporada en plazas españolas de quien venía a salvar la fiesta, a realizar el toreo puro, a poner las cosas en su sitio. Y la cosa no ha hecho más que empezar, por lo que sería bueno preguntarse ¿hasta dónde puñetas van a ser capaces unos y otros de llevar la estafa, el fraude y el cachondeo más hiriente en el que, cada vez más, se ve inmersa la fiesta y que lleva camino de terminar con ella?.
Si al famoso crítico se le ocurrió dicho nombre para aquel pase, que luego hemos conocido por ayudado por alto o estatuario, además de alguna otra denominación que más abajo veremos, fue porque su espectacularidad no estaba en consonancia con el riesgo que aparentemente corría el torero al ejecutarlo. De alguna manera porque engañaba al espectador no demasiado entendido que, sobrecogido, veía pasar al burel de cabeza a rabo por delante del diestro que, haciendo la estatua, no movía ni un centímetro las zapatillas atornilladas al albero. Pero la jujana estribaba en que el cite se hacía de perfil y a pies juntos, por lo que el matador no cargaba la suerte, limitándose a mover los brazos para que el animal se fuese alejando de su cuerpo a medida que iba pasando. Manolete, además de incorporar una suerte del toreo bufo, inventada por Rafael Dutrús “Llapisera”, que en la actualidad se conoce como manoletina, incluyó en su repertorio este lance al que otro crítico, Díaz Cañabate, rebautizó con el nombre de pase del Guardabarreras. E hizo bien en rebautizarlo porque, aunque a simple vista parecía el mismo, el torero cordobés, bastante menos ortodoxo y mucho más ventajista que Rafael Gómez Ortega, añadió una variante que consistía en elevar la muleta a medida que el toro se iba acercando, haciendo que el estaquillador y su cuerpo formasen un ángulo agudo, para, una vez que éste hubiese pasado, volverla a bajar. Con ello, además de conseguir el efecto de una barrera que sube y baja en un paso a nivel, lograba Manuel Rodríguez alargar hacía afuera, alejar aún más, la trayectoria del morlaco en un pase que ya, de por sí, no tenía excesivo peligro y en el que, al ser por alto, ni se sometía, ni se dominaba, ni se mandaba sobre el burel.
Bueno, pues resulta que media docena de estos pases calificados, eso sí, por la mayoría de los indocumentados que tenemos que padecer en la (des)información taurina como espeluznantes, mayestáticos, insignes o grandiosos, y cinco gaoneras -suerte de capa considerada accesoria, en la que lejos de obligar al toro, simplemente, se le marca una trayectoria y se le da salida- que recibieron parecidos y desmesurados epítetos, fueron lo que lo echadores de incienso consideraron como el punto álgido, el climax, la explosión de arte, la máxima expresión de torería, en la labor realizada por El Mesías ante unos impresentables animalillos de Jandilla en la plaza de toros de Castellón. Sí, el pase del Celeste Imperio que instrumentaba El Gallo sin aliviarse a unos toros íntegros, con trapío y no exentos de fiereza y casta, elevado ahora a suerte fundamental por los paniaguados, vendidos e ignorantes cuando lo ejecuta el Marciano de Galapagar, tomándose ventajas y frente a unos carretones imbéciles, genéticamente subnormales, y manipulados en su integredidad tanto en el aspecto físco, como en el psíquico, tras la humillación de su paso por el mueco. Ese ha sido el gran bagaje que ha dejado el debut esta temporada en plazas españolas de quien venía a salvar la fiesta, a realizar el toreo puro, a poner las cosas en su sitio. Y la cosa no ha hecho más que empezar, por lo que sería bueno preguntarse ¿hasta dónde puñetas van a ser capaces unos y otros de llevar la estafa, el fraude y el cachondeo más hiriente en el que, cada vez más, se ve inmersa la fiesta y que lleva camino de terminar con ella?.
4 comentarios:
Te has dejado otro que fascina al personal y no hay tarde que no lo veamos en casi todos los toros: la “Chicuelina”. Y puestos a fascinar no nos olvidemos lo que ocurre cuando alguien ejecuta la prima hermana, especialidad de Esplá: la “Navarra” …
Es necesario insistir en que, como decía Domingo Ortega, “torear es llevar al TORO por donde no quiere ir” y ahí está el riesgo y eso sólo se consigue con el toreo fundamental, el que “obliga” al TORO, la verónica, el natural, el redondo, los doblones, los pases de castigo … lo demás son adornos, remates … todo lo lucidos y bonitos que se quiera, pero, en general “pasatoros”, cuando no ventajas sin riesgo, que es la mayoría de las veces.
Observación. He dicho TORO, no lo que sale ahora por chiqueros: especimenes descastados, bobos, sin fuerza y, para colmo, desmochados, pues se ha pasado de un afeitado discreto y más o menos disimulado, a un desmochado generalizado, alevoso, impúdico y sin tapujos hasta la médula … y ahí está la foto del post anterior para demostrarlo: SANGRANDO
LUPIMON
La chicuelina, que no se debe como mucha gente -incluso periodistas a los que he llegado a oírselo, o a leérselo- a Manuel Jiménez "Chicuelo". Éste la rescató, también, del repertorio de ese genio del toreo bufo que fue Llapisera y la incorporó al suyo.
Y, ciertamente, como toreo fundamental con el capote únicamente la verónica y la media verónica y con la muleta el redondo, el natural y el ayudado por bajo doblándose con el toro, pueden o deben considerarse así, porque son lós únicos en los que, en realidad, se somete al toro, se le obliga, y si se ejecutan bien se le puede. Ni tan siquiera el pase de pecho, que en realidad no deja de ser un recurso para sacarse de encima al animal y por lo tanto un alivio, legítimo pero alivio al fin y al cabo, debe considerase como tal. Todo lo demás, ejecutado con mayor o menor riesgo, con más o menos verdad, con mucho o poco arte, es accesorio; un complemento que puede aceptarse, como adorno o alivio, si se han realizado conforme a cómo mandan los cánones las suertes básicas y esenciales del toreo.
Pero vete tú, Luis, a explicarles todo éso a los que van predispuestos a aplaudir como locos cualquier mantazo de su destoreador predilecto, y a los que les importa un rábano el tipo de ganado que tengan delante con tal de poder al final pedirle las orejas y sacarlo por la puerta grande.
Recordáis alguna gaonera, chicuelina, navarra... de Chenel, Paula o Curro?
Por cierto Beti, en 6 toros esta semana vuelven a la carga, parece que les está gustando el temita.
Un saludo
Alguna chicuelina de Paula o de Chenel puede ser. Pero no voy a éso. He visto excelentes chicuelinas de Diego Puerta, y Antonio Bienvenida y Paco Camino las interpretaban con las manos muy bajas, era una auténtica gozada. Lo mismo que se las he visto ejecutar a Julio Robles,ajustadísimas y de gran belleza. Pero estos toreros, y otros, realizabn esta suerte, por lo general, tras haber toreado a la verónica y no era el fundamento de su labor con el capote.
De la misma forma recuerdo formidables ayudados por alto de José Ortega Cano -alguna vez se los he visto también a Chenel- interpretados casi a modo de cierre de faena, tras haberse hartado de torear en redondo y al natural. Pero eran ayudados en los que citaban dando el medio pecho, con la pierna contraria ligeramente adelantada, el estaquillador formando ángulo recto con el torero, y en los que se cargaba la suerte obligando al burel a describir un semicirculo en su trayectoria. Nada que ver con el "pase misí, pase misá" del pase del Celeste Imperio.
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