jueves, 14 de febrero de 2008

GREBA OROKORRA

Ni periódicos, ni pan, ni un mal bareto donde poder tomarte una caña. Así ha amanecido hoy San Sebastián, y supongo que muchas localidades de Euskadi, como consecuencia de la huelga convocada por la izquierda abartlzale en protesta por la ilegalización de ANV y EHAK y por las detenciones de algunos de sus destacados dirigentes. Como siempre las informaciones son contradictorias y mientras desde fuentes del Gobierno Vasco se afirma que la incidencia está resultando poco significativa, desde LAB, el sindicato próximo a los planteamientos políticos de los partidos ilegalizados, se habla de un seguimiento masivo y un completo éxito. En cualquier caso, y sabiendo que desde un lugar y otro siempre van a intentar arrimar el ascua a su sardina, si hay que ser objetivos habrá que preguntarse que si en una ciudad como Donostia, centrada principalmente en el comercio y el sector servicios, donde la mayoría de su población no sigue en las urnas las directrices de los grupos convocantes al paro, prácticamente la totalidad de esos comercios ha cerrado sus puertas y a las doce del mediodía no circulaba casi un alma por la calle, ¿qué habrá pasado en toda una serie de comarcas más industrializadas y radicalizadas, donde la influencia de la izquierda abertzale es mucho mayor y bastante más significativa?.

Una situación que no nos hubiese gustado volver a vivir a la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país y que, lamentablemente, nos toca padecer nuevamente. Los intentos del gobierno por encontrar una solución fueron dinamitados por la intransigencia de unos y el cinismo de una deleznable oposición que bombardeó desde el primer momento todo acercamiento a unas posiciones de un diálogo que, al menos nos acercaba a la esperanza, cuando ellos habían realizado lo mismo -más solapadamente y con menos trasparencia- en anteriores legislaturas. El resultado es que a menos de un mes de las próximas elecciones generales se siga viviendo una situación de conflicto y que, tristemente, muchos ciudadanos de buena voluntad -porque a pesar de todo los hay en todas partes- se vayan a ver privados en una democracia, en un estado de derecho, de poder votar en las urnas a algunas opciones que, equivocadamente o no, les resultan cercanas.

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