Tres lugares concitaban la atención taurina este, en bastantes rincones, desapacible domingo de Resurrección. La Maestranza, La Malagueta y Las Ventas, tres plazas diferentes, con el común denominador de ser cosos considerados de primera, que reunían en sus carteles a una serie de toreros que, sin duda, tienen un innegable tirón entre el público y un eco en los medios, tanto en los especializados como en los generales e, incluso, en la prensa del corazón. Sabemos que en Madrid hubo toros, quizá no

los que desea ver el aficionado, pero toros en cuanto a su integridad al menos física, algo que parece que finalmente sucedió en Málaga gracias al empeño de la Presidenta del festejo,
Ana María Romero, que hizo que varios camiones transitaran el viernes por las carreteras andaluzas hasta conseguir reunir una corrida en la que su presentación, al menos, haya podido ser calificada de correcta. No ocurrió lo mismo en Sevilla según nos cuenta
Pedro Fernández Yánez, en
Desde el callejón, quien califica de torillos y animalillos justísimos de presentación a los seis que salieron de chiqueros.
Así las cosas sucedió que en Madrid, con un poquitito más de media entrada y toros de
El Puerto de San Lorenzo (encaste
Atanasio-Lisardo), para algunos regordíos, aunque los 584 kgs. que dieron de media son perfectamente factibles en astados de esta procedencia, y que no fueron, precisamente, un dechado de casta o de bravura, carentes de fuerza, pero bien armados, se empezó a torcer la cosa cuando el primero de la tarde envió al hule a
Julio Aparicio que, inexplicablemente, se quedó ante la cara del toro al hacer la suerte suprema. La extraordinaria foto de
Rosa Jiménez Cano nos da una idea del momento de la cogida y nos muestra, además, el terrible pitón del de
Fraile que no hizo carne en el diestro herido, con lo que no es difícil imaginar como sería el que se ve hundido en su muslo. Ante estas circunstancias
Morante de la Puebla,
Morantito, parece que pensó que le quedaban otras veintitrés tardes para poder sacar a relucir
ese arte que no se pué aguantá y decidió que no teniendo delante unos toros
a modo lo mejor era tirar por la calle de en medio y obsequiar, éso sí, al personal con unos elocuentes mítines a la hora de liquidar a sus, para nada en esta ocasión, supuestos colaboradores.
Perera, como todos los toreros modernos, llegó a La Monumental con las faenas preconcebidas desde la habitación del hotel, siendo incapaz de improvisar otras lidias que las que tenía
in mente y, claro, aunque puso toda la voluntad del mundo en seguir paso a paso esas directrices su labor quedó en lo que suele quedar el trabajo realizado por los pegapases al uso cuando se encuentran enfrente a unos bureles que no cumplen con la condición de artistas o carretones con ruedas que vienen y van.
En Málaga si se llenó la plaza y, tras el trasiego de
Jandillas y
Vegahermosas al que nos hemos referido más arriba,
Tomás cortó tres orejas y abrió la puerta grande. Por lo leído hubo su punto de emoción, con las volteretas y el puntazo corrido que suelen ser de rigor, pero toreo -lo que se dice toreo- más bien nada. Y es que las crónicas siguen hablando de
chicuelinas y
gaoneras en el primer tercio y de
estatuarios y
manoletinas en el tercero, algo que puede encandilar a muchos

, ser un bonito complemento, o un adorno vistoso, pero que nada tiene que ver con la
verónica, el
natural o el
derechazo que domine al toro, que lo someta, que lo pueda y que es lo que el aficionado puede llegar a entender como toreo fundamental. De
Manolo Sánchez nos cuentan que cumplió perfectamente con su papel de comparsa, convidado de piedra contratado para no molestar, y del
Maniquí de Armani que no se molestó en otra cosa que hacer acto de presencia, cobrar sus honorarios, suponemos, y preservarse para el próximo desfile del conocido modisto italiano. Y en Sevilla, con fiasco ganadero de
Zalduendo a todos los niveles y lleno en los tendidos, naufragaron
Ponce y
Talavante salvándose, sólo a medias,
El Cid que cortó una oreja al segundo. Normal porque, tal y como nos comenta
PFY en su blog, el de Salteras aún tomándose algunas ventajas exprimió a sus toros hasta que se rajaron al percatarse que quien tenían delante les podía, mientras que el maestro de Chiva, fullero e imagino que tratando de realizar sus típicas faenas de enfermero, y el extremeño con la faena estereotipada, y también traída preparada desde la habitación donde se vistió de luces, terminaron por aburrir al personal y hubiesen aburrido a las ovejas, si es que a alguna le hubiesen permitido la entrada al coso de El Baratillo. Domingo de Resurrección, tres plazas diferentes, y poco, muy poco, que contar.