¡Qué cabronada!. Ellos, los palmeros del fraude, de la trampa, de la estafa, del destoreo y la pura jujana, empeñados en defender lo indefendible y él, la figura de época, dándonos la razón a los biliosos, reventadores, talibanes, integristas, amargados y manipuladores, una tarde tras otra. Un nuevo ejemplo de lo que El Mesías, aquel místico que algunos botarates decían que venía a salvar la fiesta, a poner las cosas en su sitio, a devolver la ilusión perdida haciendo las cosas de verdad, como sólo alguien considerado por algunos ingenuos e ignorantes, casi, de otra galaxia podía hacerlo, y una demostración más de que sigue tirándose el rentoy y descojonándose de todos los que a estas alturas no se han enterado de que va la historia y llevándoselo calentito que, en último resultado, era el objetivo final de este montaje.
Ayer en Insurgentes a decir de las crónicas que hemos ido leyendo y que, para más escarnio, proceden de medios afines al taurinismo oficial, nada sospechosas de albergar tendencias contrarias al echar incienso y no jalear al máximo a todos aquellos que se visten de luces, sobre todo si son máximas figuras, se pasó un capítulo más en el que se engañó a un público que, pese a ver acartelado al superfenómeno que reapareció para asombrar a propios y extraños, para enderezar el rumbo de este bendito espectáculo, no llenó, ni de lejos, los tendidos de La Monumental mexicana. Toros, según dicen los que de pasada hacen referencia a este cada vez menos importante elemento que suele salir por la puerta de chiqueros, escasos de trapío, justitamente presentados, de poca presencia, eufemismos de recurso que suelen emplear en la información taurina para explicar que los astados eran una puñetera mierda. ¿Y la labor del maestro ante tan terroríficos borreguillos?. Falta de mando, enganchones por doquier, trapazos a gogó, la consabida voltereta por estar en el sitio equivocado, son algunas de las cosas, absolutamente edificantes, que nos llegan del otro lado del charco. Reitero, ¡qué carbonada!, con lo que hubiesen disfrutado algunos con otras noticias que les hubiesen servido para darnos en el torrao a todos los molestos disidentes. Pero como se ha dicho muchas veces (el último Pedro García Macías), lo que no pué ser, no pué ser y además es imposible.
Ayer en Insurgentes a decir de las crónicas que hemos ido leyendo y que, para más escarnio, proceden de medios afines al taurinismo oficial, nada sospechosas de albergar tendencias contrarias al echar incienso y no jalear al máximo a todos aquellos que se visten de luces, sobre todo si son máximas figuras, se pasó un capítulo más en el que se engañó a un público que, pese a ver acartelado al superfenómeno que reapareció para asombrar a propios y extraños, para enderezar el rumbo de este bendito espectáculo, no llenó, ni de lejos, los tendidos de La Monumental mexicana. Toros, según dicen los que de pasada hacen referencia a este cada vez menos importante elemento que suele salir por la puerta de chiqueros, escasos de trapío, justitamente presentados, de poca presencia, eufemismos de recurso que suelen emplear en la información taurina para explicar que los astados eran una puñetera mierda. ¿Y la labor del maestro ante tan terroríficos borreguillos?. Falta de mando, enganchones por doquier, trapazos a gogó, la consabida voltereta por estar en el sitio equivocado, son algunas de las cosas, absolutamente edificantes, que nos llegan del otro lado del charco. Reitero, ¡qué carbonada!, con lo que hubiesen disfrutado algunos con otras noticias que les hubiesen servido para darnos en el torrao a todos los molestos disidentes. Pero como se ha dicho muchas veces (el último Pedro García Macías), lo que no pué ser, no pué ser y además es imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario