martes, 24 de junio de 2008

Y DE PRONTO, LA TRAGEDIA

Sin anunciarse, sin campañas de marketing histéricas, sin que nadie la busque o la provoque de boquilla. Porque está dentro de la grandeza de la fiesta y va consigo desde el principio de sus tiempos. Cuando menos se espera, incluso cuando no se espera de ninguna manera, surge, porque en un juego donde la vida y la muerte son ejes y elementos esenciales y protagonistas del mismo viene a ser lo normal y pese a querer disfrazarlo, cada vez más, tratando de humanizarlo y de orillar el riesgo, a veces, inevitablemente, aparece como un chispazo, como una descarga eléctrica seca, que nos hace recordar la naturaleza de este espectáculo, de una fiesta que, a pesar de todo, en algunas ocasiones termina en tragedia y que, en situaciones extremas, puede llegar a cambiar el divertimento por la pena, convertir los pasodobles en requiems y teñir las luces brillantes en el más riguroso de los lutos.

Ayer sucedió en Torrejón y su protagonista, un hombre humilde de los muchos que viven su vida en el mundo del toro, alguien que habitualmente no sale en los medios, de los que muchos que acuden a una plaza de toros generalmente ignoran su nombre, Adrián Gómez, vio truncada una trayectoria en la que, sin alharacas, comenzaba a vislumbrar una pequeña salida a la luz de un túnel para muchos eterno. Y es que como ocurrió con Nimeño, como con Julio Robles, aunque su existencia no se ha cortado por completo, sí se ha roto para siempre su vida. Quizá, como muchos, quiera seguir agarrándose a un clavo ardiendo pero lo más probable es que puestos a elegir hubiera preferido seguir el camino que en su día emprendieron, Montoliú, El Campeño, Yiyo, Paquirri, por citar a los últimos, y tantos otros que pagaron el tributo que de tarde en tarde se cobra la fiesta. Tal vez, le hubiese gustado que algún intelectual le dijese algo parecido a lo que le espetó Valle-Inclán a Belmonte y haber podido responder lo mismo: se hará lo que se puea.
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Fotografías: Verónica Domínguez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes que nada debemos seguir cruzando los dedos o haciendo votos por la recuperación del torero.

Dicho esto, convendría no olvidar en la triste lista de víctimas de su profesión, el nombre de Ramón Soto Vargas, el torero gitano, paisano de Curro Romero, que murió de una cornada en el ruedo de La Maestranza el mismo año que Montoliú.
Un abrazo

BETIALAI dijo...

Cierto, Marcelo, gracias por el recordatorio. Se me pasó por alto la cornada mortal de Soto Vargas, un buen banderillero, por cierto tío del recién alternativado Alfonso Oliva Soto al que me temo que le va a costar un mundo despegar y salir adelante.

Y, ojalá, que las noticias que se vayan produciendo sobre Adrián Gómez en los próximos días sean más halagüeñas que las recibidas hasta este momento.