¿O será que empieza a imperar la cordura?. Ayer en Santander se vieron algunos indicios que pueden sugerir que ciertas aguas vuelven a su cauce.. Y eso que era la reaparición del marciano de Galapagar tras los numeritos, con feroces montajes de marketing incluidos, preparados al efecto en la Villa y Corte, algo que también se intentó, aunque con distinto resultado, en la capital de Cantabria. Para empezar, si bien se ha llegado a comentar que se solicitaban 3.000 € por una localidad que no llegaba a los 120, nadie ha dado constancia de que, en realidad, hubiese alguien que los pagase. Lo que si se sabe es que, esta vez, la reventa se pilló los dedos y que hubo gente que pudo adquirir la entrada a su precio, e incluso algunos llegaron a entrar de gañote porque al final hasta llegaron a regalarse. Pero, ¿fueron los reventas los que, a la desesperada, bajaron los precios que pretendían cobrar en principio, o hubo entente con el entorno de El Mesías que les compensó antes de que se pudiese ver más cemento del que deseaban en el coso de Cuatro Caminos?.
Por lo demás poca cosa, semovientes regordíos de Victoriano del Río, algunos mastodónticos, aunque convenga recordar que poco tienen que ver los kilos con el trapío, escasez de leña, dos comparsas baratos, que la pasta gansa se la lleva el figura, y un Tomás que como, se han hartado de decirlo, ya se la jugó en Madrid y la temporada todavía es larga, no pareció muy dispuesto a ser galerna del Cantábrico y pasó como ligera brisa sin demasiados afanes de arriesgar, si quiera, un alamar de su vestido. Una oreja pueblerina, ¡tras dos avisos!, para que no se alborotasen sus hooligans y la prohibición, no por parte de la empresa sino por expreso deseo del torero, de realizar cualquier tipo de filmación o de sacar fotografías. Normal, aunque estemos viviendo una época en la que todo vale, quizá con el paso del tiempo las carencias técnicas, las trampas, las ventajas y los enganchones vuelvan a ser valorados por el aficionado en su justa medida.
Por lo demás poca cosa, semovientes regordíos de Victoriano del Río, algunos mastodónticos, aunque convenga recordar que poco tienen que ver los kilos con el trapío, escasez de leña, dos comparsas baratos, que la pasta gansa se la lleva el figura, y un Tomás que como, se han hartado de decirlo, ya se la jugó en Madrid y la temporada todavía es larga, no pareció muy dispuesto a ser galerna del Cantábrico y pasó como ligera brisa sin demasiados afanes de arriesgar, si quiera, un alamar de su vestido. Una oreja pueblerina, ¡tras dos avisos!, para que no se alborotasen sus hooligans y la prohibición, no por parte de la empresa sino por expreso deseo del torero, de realizar cualquier tipo de filmación o de sacar fotografías. Normal, aunque estemos viviendo una época en la que todo vale, quizá con el paso del tiempo las carencias técnicas, las trampas, las ventajas y los enganchones vuelvan a ser valorados por el aficionado en su justa medida.
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