A poco más de 48 horas para que José Tomás realice su segundo paseíllo en Madrid tras su reaparición, o su Sacro Advenimiento, depende para quien, todavía no se han apagado los ecos de su pasada comparecencia el día 6 y aún en algunos foros y páginas webs siguen coleando opiniones, comentarios y soflamas en un sentido y en otro, hay para todos los gustos y colores, no exentas de pasión y hasta, en muchos casos, de visceralidad. Hay aficionados cabales y exigentes que se hacen cruces y se rasgan las vestiduras porque consideran que lo hecho por el de Galapagar, ante unos toros tontos y bobalicones preparados para el evento, carece de importancia, máxime cuando analizada su actuación se ve que no fue oro todo lo que relució y que hubo muchos defectos de forma en su labor. Otros, menos exigentes y, seguramente, menos cabales, tal vez porque se conforman con un ganado que facilite las cosas y colabore con la figura de turno y, además, no son tan rigurosos con la ortodoxia y los cánones de la pureza del toreo, se muestran satisfechos y hablan de emociones y sensaciones defendiendo un tipo de fiesta basado en estos ambos dos conceptos, aunque olvidándose que la no presencia del auténtico toro de lidia en un ruedo merma en gran medida y hace difícil que se pueda producir el primero de ellos por mucho que la estética de que haga gala el torero, lo que tampoco fue el caso, llegue a límites que puedan rozar la perfección.
Por último está lo que Cañabate denominaba, bastante despectivamente por cierto, el público de toros. En este asunto que nos ocupa, mayoritariamente, formado por partidarios, fans, forofos, hooligans, o como se les quiera llamar, que junto a aquellos que acuden a las corridas de toros como un acto meramente social, se dieron cita en La Monumental con el objetivo de sacar a toda costa al ídolo por la Puerta Grande tras pagar muchos de ellos cantidades absolutamente desorbitadas por una entrada. Los dos primeros tipos de aficionados pueden discutir hasta la saciedad y defender sus posturas creando una controversia que, en principio, puede ser beneficiosa para la fiesta, pese a que nunca lleguen a convencerse unos a otros ni, tan siquiera, lleguen a acercarse en sus planteamientos. Evidentemente, el tercer grupo no cuenta porque sus razones nunca se van a basar en nada mínimamente riguroso ni digno de tener en cuenta. Pero la cuestión es que el domingo que viene estos tres grupos van a volver a llenar Las Ventas y se van a dar los mismos o parecidos ingredientes que a priori se dieron hace una semana. Y el problema y el peligro es que el resultado vuelva a ser similar, si no corregido y aumentado, porque debates al margen, que pueden ser sanos aunque no conduzcan a nada, se estará fraguando algo que puede ser muy perjudicial para la, ya de por sí, maltrecha fiesta. Podemos entrar de lleno en la dinámica de un montaje perfectamente orquestado, como otros muchos que anteriormente han sido y están en la mente de todos, que se está ensayando desde hace mucho tiempo por parte de los taurinos para seguir arrimando el ascua a su sardina y allanar el camino para conducirnos, de lleno, a ese espectáculo cada vez más desvirtuado al que tratan de llevarnos a marchas forzadas en los últimos años. Esta vez les puede salir bien la jugada y aunque, finalmente, la afición cabal siempre termina por poner las cosas en su sitio, se suele tardar años en volver ciertos conceptos a su cauce, lo que tal y como está actualmente el mundo de los toros podría suponer prácticamente su puntilla.
Por último está lo que Cañabate denominaba, bastante despectivamente por cierto, el público de toros. En este asunto que nos ocupa, mayoritariamente, formado por partidarios, fans, forofos, hooligans, o como se les quiera llamar, que junto a aquellos que acuden a las corridas de toros como un acto meramente social, se dieron cita en La Monumental con el objetivo de sacar a toda costa al ídolo por la Puerta Grande tras pagar muchos de ellos cantidades absolutamente desorbitadas por una entrada. Los dos primeros tipos de aficionados pueden discutir hasta la saciedad y defender sus posturas creando una controversia que, en principio, puede ser beneficiosa para la fiesta, pese a que nunca lleguen a convencerse unos a otros ni, tan siquiera, lleguen a acercarse en sus planteamientos. Evidentemente, el tercer grupo no cuenta porque sus razones nunca se van a basar en nada mínimamente riguroso ni digno de tener en cuenta. Pero la cuestión es que el domingo que viene estos tres grupos van a volver a llenar Las Ventas y se van a dar los mismos o parecidos ingredientes que a priori se dieron hace una semana. Y el problema y el peligro es que el resultado vuelva a ser similar, si no corregido y aumentado, porque debates al margen, que pueden ser sanos aunque no conduzcan a nada, se estará fraguando algo que puede ser muy perjudicial para la, ya de por sí, maltrecha fiesta. Podemos entrar de lleno en la dinámica de un montaje perfectamente orquestado, como otros muchos que anteriormente han sido y están en la mente de todos, que se está ensayando desde hace mucho tiempo por parte de los taurinos para seguir arrimando el ascua a su sardina y allanar el camino para conducirnos, de lleno, a ese espectáculo cada vez más desvirtuado al que tratan de llevarnos a marchas forzadas en los últimos años. Esta vez les puede salir bien la jugada y aunque, finalmente, la afición cabal siempre termina por poner las cosas en su sitio, se suele tardar años en volver ciertos conceptos a su cauce, lo que tal y como está actualmente el mundo de los toros podría suponer prácticamente su puntilla.
3 comentarios:
Podría dar la impresión, querido Miguel, que el rabo está al caer, aunque tomando en cuenta el errático comportamiento de la masa bullanguera y pueblerina que suele llenar Las Ventas actualmente, puede que esta vez hasta corte menos orejas.
Lo malo, a mi juicio, no es la reacción del público tanto como la obnubilación de quienes ven toreo donde no hay y de los que, sin ser capaces de ver toreo alguno porque lo desconocen, llegan a la plaza como a un concierto de rock, dispuestos a desgañitarse, en medio de lágrimas, hipidos y mocos, por cualquier cosa que haga su ídolo.
El problema está planteado y ya no tenemos gente como Navalón para hacer frente a triunfalismos como los de El Cordobés o el presidente Pangua. Esperemos que el fenómeno de masas no nos lleve a creer que realmente promocionar esa fiesta con tanto bombo y marketing, es hacerle un favor, cuando, en realidad, es todo lo contrario.
Un abrazo
Ese es el riesgo, Marcelo: que nos están bombardeando con la idea de que se está viviendo una revitalización de la fiesta, sin querer explicar qué tipo de fiesta. Los medios volcados con El Mesías, que abre las portadas de los telidiarios y llena páginas de publicaciones que, habitaulmente, obvian el tema taurino no dejan de ser el caldo de cultivo de algo que aunque a muchos les parezca nuevo no lo es, porque los que tenemos memoria o nos hemos molestado en conocer la historia, no tan lejana en el tiempo, tenemos claras referencias de movidas similares.
Lo peor, como bien dices, es que hoy por hoy no existen Navalones, ni Vidales capaces de reconducir esa locura y que quienes tienen cierto predicamento, por controlar los medios especializados, son los primeros que la fomentan y caen en esa alucinante autocomplacencia.
No sé que pasará el domingo, si habrá rabo o no, si cortará igual número de oreja o menos (más es imposible), pero el montaje ha llegado ya al punto al que querían que llegase quienes lo han parido y lo están gestionando. A partir de ahora van a seguir nadando a favor de corriente y ese es, a mi juicio, el problema.
Un abrazo muy fuerte.
No sé, queridos amigos, si mañana habrá rabo en Las Ventas. A poco que los animalitos elegidos a modo se dejen lo habrá y, si no es mañana, lo que es seguro es que el próximo rabo que se corte en Madrid ya tiene adjudicatario por decreto. Ese es el quid de la cuestión, y ocurrirá más pronto que tarde.
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