He venido leyendo en diferentes blogs y portales taurinos, de diversas e incluso antagónicas tendencias, algo que tras finalizar esta feria de San Isidro parece que se antoja como algo ya incuestionable. Se empieza a considerar, y por tanto a proclamar, a Manuel Jesús como Su Majestad El Cid de manera casi unánime y a entronizarlo como el nuevo rey de la fiesta. No voy a ser yo quien niegue los méritos, ni quien ponga en tela de juicio el que, hoy por hoy, el diestro de Salteras sea de todos los que componen el escalafón taurino quien más se acerque a la pureza, a la verdad, y a lo que mandan los cánones en cuanto a la forma de interpretar el toreo con toda la clase de astados que, unas veces para bien y la mayoría para oprobio de este inigualable espectáculo, pisan los ruedos de los cosos taurinos. Acreditado ha quedado a lo largo de muchas tardes su oficio, en el que su estética, su poderío ante cualquier tipo toro, sus conocimientos de terrenos y distancias, su técnica, su honradez y su vergüenza torera han colmado las expectativas de los aficionados. Sólo el mal manejo de la espada ha impedido que a estas alturas de su carrera sus triunfos no se hayan multiplicado por mucho y, en consecuencia, sus éxitos que podían haber sido bastante más redondos y rotundos no lo hayan colocado, todavía, en ese lugar reservado exclusivamente a las grandes leyendas que en la tauromaquia han sido. Pero en lo que si voy a discrepar es en ese tratamiento en el que se le adjudica a Manuel el título de Su Majestad. No es justo, porque El Cid se ha hecho acreedor a algo más que al reconocimiento de rey por mucho que ello conlleve el otorgarle el cetro del toreo. A los reyes en los países donde ejercen su mando, lamentablemente, no los designa democráticamente el pueblo y a este pedazo de torero sí que lo ha elegido de forma prácticamente absoluta la afición cabal como el actual número uno de todos cuantos se visten de luces en la actualidad. Y no sólo lo ha hecho en esta última feria isidril, sino que lleva haciéndolo y refrendándolo ya desde hace bastante tiempo en diversos y variados plebiscitos, por lo que sería más apropiado reconocer a Manuel Jesús “El Cid” como el justo y legítimo señor Presidente de la República de cuantos coletudos son y están en el orbe taurino.
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7 comentarios:
Amigo Beti, al igual que tú también discrepo de que a El Cid, gran torero, se le conceda el título de Su Majestad. Con ese sobrenombre ya hubo uno demasiado grande: S.M. "EL VITI"
Tienes razón, Vicente. ¡Ay, si El Cid matase como S.M. "El Viti"!.
El Cid es el torero más puro y cabal de los que existen actualmente. Jamás ha dado la espalda al aficionado y se ha ganado lo que tiene a sangre y fuego.
Otra cosa es que algún "iluminado" vea espejismos, quizá, influido por alguna sustancia.
Hoy por hoy, y aún dando el margen de que nadie es perfecto, creo que supera de calle al resto del escalafón. Entre otras cosas porque donde algunos, que los hay, van dejando destellos, este torero pone algo tan importante como es la regularidad.
Pues no sé, pero como diría mi admirado periodista eterno Don Joaquín Vidal hoy el mandamás del toreo es un cabo, dicho con todos mis respetos hacia El Sidi.
Creo firmemente que el toreo hoy en día anda huérfano de mandamás. Y Morante es su profeta.
Humildemente
El Jaco
Y encima ante todo tipo de toro: el chico y el grande, el bodeguero y el encastado...
La respuesta te la da Vicente, amigo Jaco: ante todo tipo de toro. Algo que tu profeta, de momento, no tiene por costumbre. Y no nos olvidemos de que NADA TIENE IMPORTANCIA SI NO HAY TORO.
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