viernes, 7 de marzo de 2008

RAFAEL DUTRÚS "LLAPISERA"

Rafael Dutrús Zamora nació en la localidad valenciana de Cheste el 6 de abril de 1892. Se sabe que su afición a los toros le llevó a hacerse banderillero y que, incluso, intervino como becerrista y novillero en algunos festejos populares celebrados en su tierra a lo largo de la segunda década del siglo pasado. Su aspecto físico, sumamente delgado y alto en extremo, propició que se le empezase a conocer con el apelativo de Llapisera (lapicero en valenciano) con el que pasó a la historia como uno de los más importantes toreros bufos de todos los tiempos. En 1916 forma junto a Carmelo Tusquella “Charlot” y José Colomer “El Botones” su primera cuadrilla de toreo cómico que actúa con rotundo éxito por todas las plazas de la península y Latinoamérica. Separado de sus dos socios, a finales de los años veinte, incorpora a sus espectáculos la famosa banda musical El Empastre y continúa llenado los cosos taurinos donde se presenta. Un inoportuno desprendimiento de retina y la posterior cogida sufrida ante un novillo de Miura, que casi acaba con su vida, le obligan a precipitar su retirada de los ruedos, continuando dentro del mundillo como apoderado y empresario de otros espectáculos, algunos de los cuales han llegado prácticamente hasta nuestros días como Galas de Arte o El Bombero Torero. Falleció en la capital del Turia el 26 de febrero de 1960.

Al margen de su contribución al toreo cómico, algo que queda fuera de toda duda, a Rafael Dutrús se le deben una serie de creaciones que con el tiempo, aunque supongo que esto no entraría en principio dentro de sus planes, pasaron a formar parte del toreo serio. Y estas aportaciones suyas abarcan los tres tercios de la lidia porque en cada uno de ellas dejó alguna de sus geniales y particulares inventivas. Así en el primer tercio nos encontramos la chicuelina que incorporó a su repertorio el pinturero espada sevillano Manuel Jiménez “Chicuelo”, en banderillas fue el creador del par del violín que hoy ejecutan Padilla o El Fandi, y con la muleta nos dejó la manoletina que hizo suya Manolete, aunque antes que por el diestro cordobés ya había sido utilizada por Victoriano de la Serna por lo que en un primer momento fue conocida como lasernina. Todo ésto no tendría nada de particular, y no pasaría de lo meramente anecdótico, si no fuese porque con el transcurso del correr del tiempo estos lances que surgieron de la creatividad de un torero bufo, excelente pero bufo, para divertir al público que se daba cita en sus espectáculos, han terminado por hacerse parte integrante del muestrario de pases dados con absoluta profusión por los actuales intérpretes del toreo moderno. Algo que nació con el objetivo de provocar hilaridad en quien lo contempla y que ha terminado por participar de la liturgia de algo tan serio como es la lidia del toro bravo. Claro que, también es verdad, llamar bravos a muchos de los animales que actualmente salen por los portones de chiqueros no deja de ser un eufemismo y puede llegar, incluso, a tener su punto jocoso e hilarante.

Cierto que a lo largo de estos tiempos ha habido grandes intérpretes de la chicuelina, sobre todo aquellos que como Antonio Bienvenida, Paco Camino o Julio Robles la ejecutaban dejándose ver, con una pasmosa lentitud, bajando muchísimo las manos y tremendamente ajustadas. Pero no es menos cierto que realizaban esta suerte esporádicamente, para dar variedad a algún tercio de quites, tras haber realizado el toreo de capa fundamental, la verónica, y nunca como base fundamental de su labor capotera, no como ocurre actualmente con ciertos destoreadores que abusan de la misma hasta la saciedad, dándose el caso de ser utilizada por algunos hasta como lance de recibo. El par del violín, que tanta aceptación tiene en nuestros días por parte de un público que ignora que la verdad de un par de banderillas estriba en ejecutar la suerte cuadrando en la cara del toro, sacarse los palos de abajo, y después de clavar salir con galanura y a poder ser andando del encuentro, no puede realizarse dada su concepción más que a cabeza pasada, con lo que difícilmente puede ser considerado por nadie como algo que se realiza ajustado a esos cánones. En cuanto al pase de muleta que terminó inmortalizando Manuel Rodríguez, y que en la actualidad es parte habitual del repertorio de diversos toreros, entre otros Talavante o el Mesías de Galapagar, y que también fue puesto en práctica por un diestro de corte místico como Mondeño en los años sesenta, no deja de ser un adorno accesorio que siempre se ha utilizado a final de faena, con el toro ya parado y pidiendo la muerte, en el que el riesgo es mínimo y en el que al tratarse de un pase por alto no se obliga al burel y, en consecuencia, ni se manda, ni se somete, ni se puede al mismo. Una suerte que durante muchos años, hasta que volvió a ponerla en práctica el nuevo redentor de la fiesta, fue denostada por los aficionados en las plazas importantes y que por su escaso mérito quedó relegada, siendo ejecutada por toreros de segunda o tercera fila en festejos de marcado carácter pueblerino.

Es muy probable, aunque éso no lo sabremos nunca, que si a Rafael Dutrús “Llapisera” alguien le llega a decir que casi medio siglo después de su muerte algunas de sus creaciones habrían de tomar carta de naturaleza como elementos integrantes de la fiesta seria, no hubiese dado crédito a su interlocutor y como gran aficionado que fue, de habérselo creído, hubiese llegado a maldecir la hora en la que tuvo aquellas ocurrencias. Porque una cosa es el natural orgullo que alguien puede sentir por ser el inventor de una cosa y otra muy distinta el que tu invento derive en algo que termine por desvirtuar la esencia de lo que, en su caso, quiso limitarse a parodiar. Pero, con toda seguridad, tampoco hubiese dado crédito a la actual situación de la cabaña brava y a que las máximas figuras de hoy en día estuviesen exigiendo un toro con menos trapío e integridad que aquellos animales con los que tuvieron que pechar muchos de los protagonistas de aquellos espectáculos de toreo bufo y la mayoría de los actuantes en su parte serie, algunos de los cuales y valgan los ejemplos de Granero, Vicente Barrera, el propio Manolete, Antonio Chenel “Antoñete", Paco Ojeda, Ortega Cano, o más recientemente Gómez Escorial, fueron llamados a ser alguien en el escalafón más alto del planeta de los toros. Aunque, también es obvio, que el valenciano es muy difícil que pudiera llegar a imaginarse que la corrupción a niveles informativos iba a llegar a tales extremos en el mundo de la fiesta y que quienes debían ser los encargados de denunciar estos hechos no sólo los iban a tapar, sino que se iban a convertir en los primeros jaleadores y entusiastas de aquellos que han propiciado que lo que nació como chirigota y pantomima pueda ser contemplado con unción y asombro, y venerado por un público cada vez más lejano a lo que es la verdad y la pureza de la tauromaquia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente comentario, Miguel. Enhorabuena.

Unknown dijo...

Quisiera agradecer a quien a tenido la gentileza de publicar estas lineas, respecto de este personaje ( Rafael Dutrus)del cual he buscado informacion y gracias a la magia de internet encontre esta pagina, super interesante y ademas me hace ver de como en parte todos los DUTRUS somos un algo bufos y/o tragicomicos o actores ( en mi caso actor de obras para chicos - "pluf el fantasmita" - ) desde este rincon de la tierra saludo afectuosamente al autor del blog. ojala pudiera encontrar quien me envie fotos de murales o afiches. Dios los bendiga