DESPIERTA EL ALMA DORMIDA ( II )

HOY: Federico GARCÍA LORCA ( 1 )

Como os decía en el post anterior dos eran los objetivos de aquellos programas de radio y de los recitales que iban saliendo y finalmente se daban, algunos de ellos en centros más o menos oficiales que intentaban dar una imagen de cierta progresía, otros en lugares peregrinos y en una especie de semiclandestinidad, cuando no en clandestinidad total, donde no se podían anunciar teniendo que funcionar el boca a boca y en los que muchas veces se tenía que tener otro sitio y otro horario previstos, como alternativa por si las cosas se ponían feas. Promocionar la poesía y, al mismo tiempo, tratar de llevar esos mensajes de tantos y tantos poetas que el régimen se había ocupado de mantener en silencio durante muchos años. La estrategia solía ser clara; en un programa de radio dedicado a García Lorca, por ejemplo, no se podía hacer una selección a base de los romances Sonámbulo o A la Guardia Civil Española, o meter el Prendimiento de Antoñito El Camborio, así por las buenas. Había que colarlos con otros poemas, digamos más lihgts, como si fuesen un relleno para que de esa forma pasasen más desapercibidos y hubiese menos riesgos de que finalmente los prohibieran.

En los recitales ocurría lo mismo, de manera que no quedaba otro remedio que tener un repertorio bastante amplio e ir soltando unos y otros en función de lo que convenía y era aconsejable en cada momento. La casada infiel y Romance de luna, luna, solían ser algunos de esos poemas habituales y, ¿cómo no?, dada mi pasión por los toros no podían faltar los que componen la tetralogía de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. De los cuatro, sin embargo, fueron dos los que con más frecuencia llegué a utilizar: La cogida y La sangre derramada. El componente dramático de ambos, una terrible fuerza, un impresionante desgarro, y la inmensa catarata de metáforas que van surgiendo ininterrumpidamente, de principio a fin, en ellos hicieron que, aún pareciéndome sublime la práctica totalidad de la obra de Federico, me enamorase de estos dos poemas que, a mi juicio y por muchas razones, son de los más representativos de esa conjunción fecunda y riquísima que ha ido surgiendo a la largo de varios siglos entre dos artes, la poesía y la tauromaquia, considerándolos como una de las máximas expresiones de la poesía taurina de todos los tiempos. Con ellos os dejo.